BICENTENARIO DE LA MUERTE DE
MORELOS
Columna de la Independencia
22 de diciembre de 2015
Julio Zamora Bátiz
Presidente de la Junta Directiva Nacional
Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística
Es un
alto honor participar en éste homenaje al Rayo del Sur, el Generalísimo José
María Morelos y Pavón, en mi calidad de Presidente de la Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística, y representando además al Frente de Instituciones
Liberales y a la Confederación Masónica Mexicana. Agradecemos profundamente la
invitación de la Delegación Cuauhtémoc.
Morelos
declaró:” Creí más útil para la Patria prestar mis servicios a la revolución
que empezó el señor Hidalgo, que permanecer en mi curato”. Surgió así el mejor
estratega y el ideólogo fundamental de la revolución insurgente de México.
Las proclamas insurgentes pasan de reivindicar en
1810-11 el trono para un Fernando VII liberado de la prisión francesa, a hablar
en 1813 de la "reconquista" del imperio mexicano hasta llegar en
1814, bajo el influjo de Morelos, a definir la guerra como el primer paso para
constituir una nueva Nación, libre y justa.
"Los Sentimientos de la Nación" son un texto político clásico, en lo
substancial válido en nuestros días, especialmente ahora que el neoliberalismo
minimiza el concepto de soberanía, ahonda las diferencias económicas y hace
caso omiso de los compromisos sociales.
Poco conocida es, en cambio, la abundante producción de decretos, cartas y
proclamas que Morelos realizó al tiempo que conducía a los ejércitos y
organizaba el nuevo gobierno y las cuales contienen muchas e importantes ideas
sobre la igualdad de oportunidades, el manejo de la hacienda pública y, sobre
todo, la justicia social que debe imperar en México.
"Los Sentimientos de la Nación" se inician
con la reafirmación de la total independencia de "América" respecto a
España y cualquier otro gobierno, para proclamar enseguida que la soberanía
dimana del pueblo, revolucionaria premisa que contradice frontalmente la
concepción europea del "derecho divino" de los reyes.
La división de poderes que se anuncia corresponde a
la necesidad de equilibrar las funciones peculiares con la capacidad para
ejercerlas y es también un planteamiento
avanzado, que se adelanta a otros países que esos años luchaban por su
independencia.
La igualdad de todos ante la ley es propuesta básica
de la democracia. La justicia social se propone con la afirmación de que las
leyes deben "moderar la opulencia y la indigencia y de tal suerte aumente
el jornal del pobre".
Ninguna proclama anterior en toda América contiene el concepto de equidad fiscal que
propone "que se quite la infinidad de tributos, pechos e imposiciones que
nos agobian y se señale a cada individuo un cinco por ciento de semillas y
demás efectos u otra carga igual, ligera, que no oprima tanto...".
La víspera de instalar el Congreso en Chilpancingo
Morelos conversó con Quintana Roo y resumió en unas palabras el concepto de
Nación que tenía: "Quiero que tenga un gobierno dimanado del pueblo y
sostenido por el pueblo.... que todos somos iguales pues del mismo origen
procedemos; que no haya privilegios ni abolengos; que no es racional, ni
humano, ni debido, que haya esclavos, pues el color de la cara no cambia el del
corazón ni el del pensamiento; que se
eduque a los hijos del labrador y del barretero como a los del más rico
hacendado; que todo el que se queje con justicia, tenga un tribunal que lo
escuche, que lo ampare y lo defienda contra el fuerte y el arbitrario". Hoy
en día este concepto igualitario se
encuentra legalmente vigente en los artículos 2º, 3º, 4º, 12º,13º
constitucionales, entre otros.
Concibiendo integralmente la independencia, Morelos
precisa el alcance jurídico de la guerra que efectúa: “la soberanía, cuando
faltan los reyes, solo reside en la Nación.
Toda nación es libre y esta autorizada a formar la clase de gobierno que
le convenga."
Morelos se incorporó a la lucha insurgente el 20 de
octubre de 1810. Dos meses después emite en El Aguacatillo dos bandos de alto
contenido social y económico. Ordena la desaparición de los términos indios,
mulatos y castas, mandando que todos sean conocidos como
"americanos", principio de igualdad que aun hoy no respetamos, pues
muchas son las ocasiones en que los indígenas son discriminados.
Consciente de los problemas económicos que agobiaban
a las clases más pobres y del control que sobre ellos se ejercía mediante las
deudas, Morelos declara que quien deba cualquier cantidad a los europeos no está
obligado a pagarla, en tanto los españoles deberán de inmediato cumplir sus
obligaciones.
Afirma el "Teniente de Hidalgo" que nadie
pagará tributo ni habrá esclavos y que los indígenas percibirán los reales de
sus tierras como propias y que estas no habrán de venderse.
En estos párrafos se contiene toda una revolución
económica. Los pobres ya no estarán obligados a la servidumbre y prestaciones
que en la legislación española derivaban de su pertenencia a una u otra casta o
grupo étnico. La desaparición de las Cajas de Comunidad libera a los indígenas
de la explotación de quienes las administraban
y se manifiesta ya el interés de Morelos por dar a los indígenas la
capacidad para usufructuar sus tierras de labor.
En otro documento Morelos señala que las tierras
propiedad de los europeos habrán de repartirse, lo mismo que el dinero, los
ganados y semillas, de manera que "no se enriquezca a nadie en lo
particular y todos queden socorridos". En julio de 1811 Morelos se
preocupa por acuñar moneda de cobre.. En el mismo tenor de organizar
fiscalmente su gobierno, para los gastos de sus ejércitos Morelos solicita
préstamos a las organizaciones comunales y a los ricos a quienes ofrece cubrir un interés del 6%. En otra
oportunidad prohibe la introducción en sus territorios de moneda de plata
emitida por los españoles y la salida del numerario acuñado por los insurgentes.
Atento siempre a las necesidades del pueblo Morelos
manda que los víveres "y demás
necesarios" se vendan a precios que fija: manteca a un real la libra, maíz
a dos reales el almud, arroz pilado a media libra, tortillas a doce por medio,
jabón a un real, cigarros a un real, panela a un real y velas "al
corriente".
Uno de los pagos más resistidos por el pueblo era el
de las obvenciones parroquiales, que Morelos limita, en "Los sentimientos
de la Nación", a ser pagadas de acuerdo a la devoción, medida que sienta
precedente para que Miguel Lerdo de Tejada, medio siglo después, las elimine.
Morelos simplificó el régimen fiscal y lo abarató
para los contribuyentes. Eliminó alcabalas, estancos y tributos, restringiendo
el ingreso del gobierno a una contribución directa del 5% sobre las rentas y el
impuesto de importación de mercancías extranjeras. Mantuvo, sin embargo, el estanco de naipes
para financiar el gasto militar, encareciendo el juego, vicio que absorbe
recursos que podrían invertirse o destinarse a mejorar el nivel de vida.
En lo administrativo Morelos siempre se preocupó por
estructurar un gobierno que efectivamente sirviera al pueblo. Entre los
principios que propuso al Congreso de Chilpancingo para formular la
Constitución, señaló que los funcionarios no deben esperar mas que una cómoda y decente
subsistencia, desterrando los lujos superfluos y cumpliendo con honradez sus
encargos. Evidentemente hemos olvidado esta lección.
El ideario y el programa de acción de Morelos son
netamente populares, responden a las necesidades, cultura y aspiraciones de la
gente que lo seguía con lealtad y entusiasmo. Son también nacionalistas, como
puede apreciarse al analizar el esfuerzo que hace el Generalísimo por organizar
el Estado mexicano. Son esencialmente democráticos, como se constata cuando
Morelos se desprende de sus bien ganados títulos militares y administrativos,
para pedir humildemente ser "Siervo de la Nación", después de
organizar un Congreso mediante procesos electorales democráticos sin parangón
en América.
Es claro que la lucha aún no termina. Ante nuevas
circunstancias de la economía mundial, singularmente la globalización y sus
secuelas financieras y comerciales, así como la unipolaridad política, debemos
aceptar ajustes en las formas de operar la economía, pero nunca abandonar la
firme concepción de soberanía que Morelos planteó, ni las ideas de democracia y
justicia social que subyacen en sus proclamas y sus decisiones.
No podemos, ni debemos abandonar los principios de
igualdad y la responsabilidad del Estado de promover el desarrollo con
justicia, que Morelos expusiera con tanto patriotismo. Por eso, la batalla
continúa.
El
ideario de Morelos, luchador y reformador, tiene plena vigencia en el presente.
El régimen de justicia social que Morelos planteaba, por el cual luchaba, es
aún signatura en mucho pendiente.
Por eso la
lucha de Morelos debe continuar y los mexicanos, a doscientos años de su
muerte, estamos obligados a seguir su heroico ejemplo.
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